Inauguración: lunes 4 septiembre, a las 18 h.
Nacido en Guadalajara en el 1926, se traslada, a los 8 años con su familia a Zaragoza donde vivirá toda su vida hasta su fallecimiento en 2018.
Su actividad artística comenzó temprano, aunque los años en torno a la guerra civil no fueron proclives en absoluto al florecimiento de ninguna de las artes. Sus inicios autodidactas, se fueron enriqueciendo con amistades y estudios a lo largo de toda su vida. Los primeros trabajos fueron de corte realista. Más tarde descubrió y admiró a Picasso y su obra se influenció por el Cubismo.
Y fue a partir de los años 50 cuando abrazó la Abstracción, después de la famosa exposición en la Lonja de Zaragoza de 1949, en la que participó con los integrantes del Grupo Pórtico, considerada cómo la primera muestra de arte Abstracto de España. El Grupo Pórtico toma su nombre de la librería de José Alcrudo, verdadero foco cultural de la ciudad en esos años y donde se divulgaban los movimientos artísticos europeos y americanos tras los tenebrosos años de las guerras mundial y española. Estuvo formado principalmente por Fermín Aguayo, Santiago Laguna y Eloy Laguardia, aunque se adscribieron, ocasionalmente, distintos artistas. Hay que contextualizar este movimiento artístico de 1947, que fue avanzadilla de la vanguardia pictórica española, cuando el Dau al Set de Tàpies, con inicios surrealistas, está fechado en el 1948, o el madrileño grupo El Paso, de Saura, Millares o Pablo Serrano, entre otros, en 1957.
El Grupo Pórtico supuso la única época en el arte aragonés del Siglo XX en la que fuimos los más innovadores, los más experimentales y realmente avanzados, el inicio y asentamiento del arte Abstracto en España. Vera siempre se ha referido a ellos cómo su influencia más insoslayable con quienes tuvo una estrecha relación exponiendo juntos en numerosas ocasiones. Asimismo, Vera fue el nexo de unión entre el Grupo Pórtico y el Grupo de Zaragoza que creó, unos quince años más tarde, junto a Ricardo Santamaría y Daniel Sahún. Estos se definían como artistas no imitativos, que no copiaban la realidad, sino que la creaban. El grupo se mantuvo activo durante cinco años y con diversos integrantes se disolverá tras una exposición en París en la Galería Raymont Creuze en 1967, puesto que pensaban que sus objetivos de potenciar el arte de vanguardia aragonés se habían cumplido. Durante su corta andadura celebraron unos encuentros artísticos en Riglos en donde tuvieron cabida no sólo las expresiones plásticas sino también el cine, la música y la poesía y donde participaron entre otros Enrique Gastón o Marino Anós, faros señeros de la cultura aragonesa. De Riglos, en el verano de 1965, salió un Manifiesto que ensalzaba el grupo frente a las individualidades, rechazando las posturas tradicionalistas, academicistas y dogmáticas y buscando vías de expresión nuevas en los terrenos de la Abstracción. Asimismo, se proponía una inclusión de todas las disciplinas culturales, la arquitectura, el cine, la literatura y cómo no la música, la más abstracta de todas las artes. Para Vera fue un periodo de creación muy fértil y su obra alcanzó altas cotas de calidad sólo comparable con su obra de madurez de los 90. En esta exposición pueden contemplarse unos dibujos verdaderamente remarcables, del 63, sin color, sólo negros. También de esta época son muchas de sus escultopinturas, una obra realmente avant-garde, una mezcla de pintura y objetos dentro del cuadro que los convierte en tridimensionales como pueden apreciar en El Caminante, en esta selección.
Vera ha reconocido que ha realizado sus esculturas con una libertad absoluta, integrando distintos materiales de desecho, industriales, objects trouvés, maderas, metales, piedras, etc, lo que le conecta también con las vanguardias europeas y el arte Povera y demuestra que estaba al corriente de lo que se hacía fuera de España. Hay que pensar en Vera cómo un autor ecológico avant la lettre dado su inclinación por el uso de materiales reciclados, su utilización de la arpillera cómo soporte (de la que hay dos ejemplos en esta exposición) y su optimización de todo tipo de materiales de desecho. Es en estas esculturas, la mayoría de formato pequeño, donde también se aproxima a una cierta abstracción geométrica, a un cierto constructivismo, que en sus telas no siempre es tan patente. En algunas de ellas, en las construcciones de madera, ensambladas y pintadas, es donde podemos apreciar las huellas de su trabajo como delineante junto a su hermano arquitecto.
Juan José Vera ha sido un autor prolífico, un trabajador incansable con una ingente obra tanto pictórica cómo escultórica en la que ha reflejado la cotidianidad de su vida, pues el arte sólo es un reflejo de la vida, en el que la pincelada obedece a un sentimiento que refleja una realidad y cómo esa realidad es constantemente cambiante, así como el arte, siempre en evolución.
Marcado por el fusilamiento de su padre, su obra comienza plasmando sombríos y dolorosos sentimientos, aderezados con tonos oscuros y terrosos. No es posible hacer una obra luminosa durante sus comienzos anegado en las lóbregas aguas de las guerras y el drama familiar. El color irá apareciendo poco a poco tras los años 60 así como su vida vaya optimizándose, y el país vaya abriéndose a la democracia, con el nacimiento de sus hijos y luego de sus nietos. Aunque una constante en su trabajo será esos trazos gruesos negros que como esqueletos sustentan sus obras o cómo dice Ángel Azpeitia son como las plomadas de las vidrieras que sujetan el armazón. A través de esos trazos negros, a los distintos planos densamente empastados, a la utilización de una suerte de grafismos gestuales que parecen intuitivos y, por supuesto, a esa gama cromática parca y oscura de sus principios, Vera se forjó un estilo propio, reconocible, sólo a él atribuible.
En esta exposición presentamos numerosos ejemplos de todo ello, de su inclusión del azul en los años 80, del abundante uso de las cruces que serían más un símbolo de muerte que un símbolo de Cristo (según Manuel Val, especialista en su obra) y de cómo en los últimos años integra en su obra colores vivos, incluso fluorescentes.
A J.J. Vera no sólo le ha interesado la plástica, siempre fue, a decir de sus conocidos, una persona enormemente curiosa y le gustaba experimentar e incursionar en distintas disciplinas como la música (tocaba el piano con regularidad). Fue un gran lector de ensayos o de la literatura de los clásicos, de quienes decía que había aprendido muchísimo.
Influenciado sobre todo por Miró y Picasso, Vera fue una persona culta interesado en el mundo que habitaba, en la realidad aragonesa, que con sus escritos, manifiestos y acciones pretendió enriquecer y cultivar y que, sin duda, consiguió.
Le han sido otorgados numerosos galardones, entre ellos los más importantes de nuestra comunidad aragonesa. Debemos sentirnos orgullosos de haber acogido a un grandísimo artista y sirva esta pequeña muestra para rendirle un emocionado homenaje.
Antonio Latorre Palacio
Comisario de la exposición